La culpable
Ya eran las 10 de la noche, no había nadie en casa y la luna se veía blanca y grande desde la cristalina ventana. Bajé las escaleras para comer algo y escuché un agudo grito en el absoluto silencio. Quise buscar de dónde provenía el llanto, pero la oscuridad no me permitía ver nada. Decidí irme a dormir. La puerta del dormitorio se cerró apenas entré y, cuando quise volverla a abrir, ya no pude hacerlo. La desesperación me consumía por dentro. Entonces agarré el celular e intenté llamar a los bomberos, pero cuando marqué el número, el celular se apagó porque tenía poca batería, cosa que resultaba imposible ya que lo había cargado minutos atrás.
Abrí la ventana e intenté buscar ayuda gritando con todas mis fuerzas, pero la calle estaba totalmente vacía y parecía que nadie podía salvarme. Volví a la puerta y la golpeé con la poca energía que me quedaba pero fue en vano: nadie podía abrirla.
De repente, una sombra negra se paró justo enfrente de mí y me dijo que no saldría hasta que le dijera por qué había cortado con mi novio. Al verle la cara a ese ser tan fantasmal, descubrí que era alguien familiar, alguien a quien conocía. Era él, mi anterior pareja que se había suicidado debido a la ruptura de nuestra relación. Me sentía tan culpable que me costaba respirar, no sentía las manos ni tampoco los latidos de mi corazón. Caí desplomada al piso, y fui muriendo lentamente.
Magdalena Ahmar Dakno y Juliana Rocha
Magdalena Ahmar Dakno y Juliana Rocha